domingo, 20 de enero de 2013

LA APERTURA DE LA ECONOMÍA, PROMUEVE LA COMPETENCIA, ELIMINADO LA SOBREPROTECCIÓN Y LOS CONTROLES QUE OBSTACULIZAN UN CRECIMIENTO DINÀMICO Y PROGRESISTA (MARTÍNEZ DE HOZ, AL PRESENTAR SU PLAN EL 2 DE ABRIL DE 1976)


Aunque lo tenía todo previsto, ese viernes 2 de abril, cuando tuvo que hacer público su plan,

Martínez de Hoz se retrasó: la cadena nacional debía ir de 21.00 a 22.00 de la noche, pero el ministro empezó a las 22.07, diciendo que no quería extenderse con cuestiones técnicas. El discurso terminó 00.40, dos horas y media después. l
Rompiendo con una tradición, el discurso de Martínez de Hoz no se circunscribió a algunos aspectos importantes de su programa sino que abarcó a toda la economía. A lo largo de dos horas, su mensaje abarcó desde cuestiones globales como la racionalización del sector público hasta detalles como el precio del sorgo granífero en el noroeste.

Como lo dijera el propio ministro, "el presente programa es un conjunto coherente e inseparable. En el pasado, muchos de los intentos de saneamiento y recuperación económico-financiero del país han fracasado por haberse encarado únicamente aspectos parciales del problema".

Vamos avalentar a actividad económica sobre bases que tiendan a estimular y premiar la actividad productiva, quitando todo aliciente y posibilidad a la acción parasitaria especulativa".

“Es también indispensable que consideremos una equitativa participación de los diversos sectores de la Nación en la riqueza del país (...) preservando el nivel de los salarios".

"No es factible pensar que puedan tener vigencia las condiciones ideales de libre contratación entre la parte obrera y la empresarial para la fijación del nivel de los salarios", puntualizó Martínez de Hoz, para quien "debe, pues, suspenderse toda actividad de negociación salarial entre los sindicatos y los empresarios, así como todo proceso de reajuste automático de salarios de acuerdo con índices preestablecidos".

En otras palabras, "será el Estado el que establecerá periódicamente el aumento que deberán tener los salarios". El empresariado respiraba tranquilo: lo de la "distribución equitativa" había sido una formalidad y la tasa de ganancia creciente estaba asegurada

 “En los últimos 12 meses el crecimiento de los precios minoristas alcanzó al 566 por ciento y si en los próximos nueve meses la tasa marcha al ritmo del primer trimestre (de 1976) la espiral llegará al 788 por ciento”.
El ministro sostuvo que eso produciría, entre otros males, “la proletarización de la clase media”. Y el déficit público crecía: “Mientras en 1970 los ingresos tributarios alcanzaban para cubrir el 80 por ciento de los gastos totales, en el primer trimestre de 1976 sólo absorbieron el 20 por ciento. Así, los gastos del Estado han crecido en tal magnitud que no pueden ser cubiertos con recursos genuinos y se recurre a la simple emisión monetaria”.

Teniendo en cuenta la etapa inflacionaria y el contexto de un programa de contención de la inflación, se suspenderá toda actividad de negociación salarial entre sindicalistas y empresarios, así como todo proceso de reajuste automático periódico de los salarios”. Aclaró que más adelante los aumentos provendrían de “la mayor productividad global de la economía”, pero que mientras tanto los aumentos “los fijará periódicamente el Estado”.

Martínez de Hoz anunció las derogaciones de la nacionalización de los depósitos bancarios, la ley de inversiones extranjeras y el monopolio estatal de las juntas nacionales de Carnes y Granos, reemplazadas por el juego del mercado.

El dólar, sin embargo, seguiría bajo control estatal. Habría tres cotizaciones: una oficial a precio fijo, otra fluctuante accesible al público en casas de cambio y una tercera para operaciones de comercio exterior: el ministro anunció “una paridad mixta” consistente en una mezcla de distintas proporciones de dólares baratos y caros para cada producto.

La apertura de la economía, - comenta -tanto hacia el exterior como hacia el interior, promueve la competencia en el mercado externo e interno, eliminando la sobreprotección y los controles que obstaculizan el flujo del comercio, de los capitales y de la tecnología, bases para un crecimiento dinámico y progresista.



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