lunes, 16 de marzo de 2015

EL ATENTADO A LA EMBAJADA DE ISRAEL FUE UN EMBLEMA DE CUÀN ENFERMOS ESTAMOS COMO SOCIEDAD, NO SÒLO SE VOLÒ EL EDIFICIO, SE VOLÒ UN PEDAZO DE NUESTRA CIUDAD Y DE NUESTRA DIGNIDAD; SE LASTIMÒ Y MATÒ A NUESTRA GENTE (1992)

El 17 de Marzo el terrorismo internacional hizo su primera escala en Argentina con la explosión de la Embajada de Israel. Pocos le prestaron la debida atención. Como lo describió Sergio Moreno en Página 12:”La ciudad tembló, el país enmudeció y la nación tomó conciencia dramáticamente de sus limitaciones y de las tremendas consecuencias que pueden acarrear frivolidad y política cuando desaparece el límite que debe separarlas”.

Argentina era  gobernaba Carlos Menem, especialista en el doble discurso como pocos , llegó al poder bajo las banderas del peronismo para cambiarlas ni bien asumió aliándose con lo más rancio del conservadorismo y los grupos económicos concentrados. La impunidad la consagró cuando indultò a los jerarcas del Proceso de Reorganización Nacional con la excusa de la” pacificación nacional.”

¿Cómo tomò la sociedad argentina aquel evento?, es una de las preguntas que se retoman en cada aniversario, en su nota Moreno subraya que luego de la voladadura del edificio de Arroyo y Suipacha:” La sociedad argentina en un primer momento pensó –quiso pensar– que se trataba de la extensión de una guerra a la que la Argentina era ajena. Árabes e israelíes habían trasladado su teatro de operaciones hasta estas costas, sólo por un momento, sólo por la momentánea baja de la guardia de los hombres de Gedeón. No volvería a ocurrir, fue la reacción”.

Sin embargo, ocurrió, el terror reapareció con màs fuerza el 18 de Julio de 1994, de nuevo contra un objetivo judío la AMIA, una entidad màs cercana al común de la gente.

De todas maneras la reflexiòn mas recordada fue el texto Todos somos judíos publicado por Mario Diament en el Cronista el 19 de Marzo.

Alertaba que el ataque era un signo y que los argentinos debían abrir los ojos, la muerte se instalaba en Argentina ya sin los militares y en democracia:” Las bombas tienen siempre un lenguaje común, no importa de dónde vengan”. Insistía y recalcaba el escritor y periodista:”Las bombas hablan el mismo lenguaje en Belfast y en el País Vasco, en un restaurante parisino y en una calle de Beirut; en un poblado peruano y en una aldea armenia”.

Según observaba Diament el atentado fue un símbolo como parte de :” un monólogo prepotente, un discurso inapelable que termina invariablemente en la palabra muerte”.
El texto era el correlato de las imágenes que la televisión (con solamente 5 canales de aire y sin cable), las bombas, enfatizaba:”Cuando estallan, borran la geografía natural e instalan en su lugar una escenografía propia, un decorado angustioso de hierros retorcidos, escombros y sangre”.

En su recuerdo también estaba la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, nacido en 1942, decía Diament:” Mi memoria está repleta de estas postales de horror. Después de todo, nací en 1942, cuando el mundo era una persistente imagen de espanto. Mi generación creció tratando de comprender el sentido de palabras como Auschwitz e Hiroshima, de montañas de cadáveres raquíticos y seres quemados por la radiación”.
Habìa anhelado luego de la conflagración que se aprenda la lección y que la paz llegue. Era e casi una utopía:”abracé con desesperación el humanismo tratando de hallar un rayo de cordura entre tanta demencia”.

Por otra parte, dada su condición de judío había vivenciado momentos de extremo antisemitismo:” había gente en la Argentina que creía cumplir alguna misión divina difundiendo el odio hacia los judíos”.

No eran pocos aquellos que “creían cumplir esa misión divina”.” Hemos visto pasar el infantilismo nacionalista de los Tacuara de la década del cincuenta; el fascismo de los gobiernos militares de la década del sesenta; y la pesadilla horrenda de las cárceles del Proceso en la década del setenta, uno no puede evitar sentir cierta fatiga ante la estupidez irremediable del antisemitismo”.

El atentado del 17 de Marzo de 1992 a las 15: 45 era uno de los puntos más álgidos de la “gigantesca imbecilidad de los que creen que los judíos son de alguna manera mejores o peores que el resto de la especie”, tal como lo escribió el hoy autor teatral residente en Estados Unidos.

La estupidez e imbecilidad no eran otra cosa que :”ignorancia”. La misma que se había arraigado en el país. A esos Diament los llamaba a :”tener el coraje de asumir su profunda frustración y dejar de llamar aristocracia al resentimiento. Deberían hacer una profesión de fe y admitir en alguna ceremonia no demasiado complicada que se han pasado la vida endilgándole a negros, judíos, provincianos, coreanos o comunistas su propia e irreparable mediocridad”.

Empero, cada vocablo utilizado contra las minorías era un emblema, un síntoma de cuán enfermos estamos como sociedad”.

Al ver los escombros, las primeras imágenes del atentado a la Embajada de Israel, sentía el cronista :”esa mezcla de horror y cansancio que se siente ante todo acto de violencia inútil”.

Aunque creía que:”Toda muerte deja invariablemente una lección”. Con el atentado a la embajada su sentimiento era opuesto:”admito que la única que me ha sido posible adivinar entre el escalofrío punzante de escombros y dolor, es que tal vez haya llegado por fin el momento en que el antisemitismo deje de ser un problema judío y se convierta en el problema de toda la sociedad argentina”.

Acentuaba lo que muchos políticos después vaciarían de contenido repitiéndolo automáticamente :”el problema es de toda la sociedad argentina”. Dado que con la voladura de la sede diplomática:” la sangre de judíos y no judíos se mezcló con la misma espantosa gratuidad por efecto de la infamia terrorista. La carne se desgarró en unos y en otros sin detenerse a diferenciar entre los credos. Los heridos, los golpeados, los atrapados en el derrumbe sintieron la misma cuota de terror y pánico”. Era una sensación que muchos compartieron y que al poco tiempo olvidarían.

Sacaba una conclusión:”Ayer no sólo se voló el edificio de la Embajada de Israel. Se voló un pedazo de nuestra ciudad y de nuestra dignidad. Se lastimó y se mató a nuestra gente. Ayer, nos guste o no nos guste, todos fuimos judíos”.

Finalmente entrevistado por Perlitas de la Historia hace pocos días, a 23 años del atentado Diament se lamentó:” las afirmaciones que hice en la columna ´Todos somos judíos" me resultan tan válidas hoy como entonces. No creo que nada haya cambiado su significado, por más que la realidad se haya vuelto más siniestra y más tenebrosa”.

Fuentes:
Diament Mario,”Todos somos judíos” El Cronista Comercial, 18 de marzo de 1992, citado en www.bama.org.ar/merkaz/Jomer_on.../Todos%20somos%20judios.doc

Moreno, Sergio, “El atentado”
http://www.pagina12.com.ar/especiales/15aniversario/12.htm

Entrevista vía e-mail de Alejandro Dubesarsky a Mario Diament 15 de Marzo de 2015

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