miércoles, 19 de julio de 2017

EL PERONISMO , CON SU PASIÓN DESCAMISADA Y ENCANTO PLEBEYO OMITIÓ PRACTICAS OSCURAS , REPRESIONES Y PLANES QUE QUEDARON SUJETOS A LOS INTERESES DEL PARTIDO GOBERNANTE , INSTALANDO SU VERDAD CON UN LENGUAJE PROPIO

En la memoria de sus beneficiados o una historia cuasi oficial el peronismo quedó ligado al a la "invención de los derechos sociales" y la "dignidads de los trabajadores. " El valor del peronismo fue su contenido social, su esencia popular, mito que el 17 de octubre expresó con cierta rebeldía de origen, que luego se perdió y derivó en obsecuencia", sostienen Hugo Gambini y Ariel Kocik autores de "Crímenes y Mentiras, las prácticas oscuras de Perón" publicado por Sudamericana.

  "Los crímenes y mentiras son aquellos hechos oscuros que por diferentes razones , sus militantes pretenden ocultar". Según los investigadores :" El peronismo pudo representar, al mismo tiempo, la avanzada revolucionaria y su contención implacable. Convocó a personajes como el sindicalista Cipriano Reyes, uno de los ideólogos del 17 de Octubre y el verdugo Jorge Osinde, aliado de López Rega, miembro de la derecha y uno de los responsables de la Masacre de Ezeiza ante la frustrada vuelta definitiva de "El General". Convergieron el idealista y el gendarme, la rebeldía y la delación.


  En una contradicción flagrante , Perón pudo "combatir el capital y pedirle angustiosamente auxilio. Pretender que el país se convirtiera en una potencia latina, aunque la crisis apretara hacia adentro haciendo escasear el cereal que la Argentina ofrecía al exterior. En su seno fue posible festejar el golpe militar de 1966 y luego declararse su víctima. Suena extraño, pero bajo el mismo escudo político se pudo ser la víctima desaparecida y el propio represor en sombras, muchas veces a sabiendas de quién era quién" añaden.

Héctor Cámpora no podía ignorar en 1973 quiénes eran los responsables de la represión a los jóvenes peronistas. Y no los denunció, acaso porque recordaba que el deber de un peronista era ser leal al jefe (sobre la base de esta lealtad los mediría el pueblo), según le confesó a uno de los autores de este libro.

Gambini y Kocik contraponen la llamada resistencia peronista a la Revolución Libertadora que derrocó a Perón ( sin olvidar las bombas del 16 de Junio de 1955 y la deposición de quien manejó los hilos de la Argentina durante 30 años, desde la presidencia o desde el exilio, él siempre mandó) , se oculta prolijamente que le pusieron bombas con igual o mayor esmero y cantidad al doctor Arturo Frondizi que al general Pedro Aramburu, mientras el líder del movimiento se refugiaba con dictadores como Rafael Trujillo y Francisco Franco, a cuyos países peregrinaban sus acólitos para pedir instrucciones.

Recuerda el libro que La doctrina nacional convertida en ley en 1952, y de los documentos del partido y del gobierno posibilitaron a Perón intervenir provincias, sindicatos y universidades, así como, más tarde, desde el exilio, autorizar o desautorizar a sus intérpretes, que podían ser designados o borrados de un plumazo. Así el premio Nobel Bernardo Houssay fue prohibido por el peronismo al igual que Juan Carlos Agulla, referente de la sociología argentina.

  La misma suerte corrieron Libertad Lamarque ,compañera y rival de Evita debido a su gran popularidad como diva nacional; Niní Marshall, una de las actrices de mayor aceptación en las capas más bajas de la sociedad como así el sindicalista José Vandor, que intentó hacer un sindicalismo sin Perón y terminó asesinado luego de repetidas amenazas considerándolo "traidor".

  En Crímenes y mentiras, salen a la luz eventos omitidos , por ejemplo en el último gobierno de Perón, que posee la característica inédita de haber matado a muchos de sus propios votantes. Se supone que para entonces Perón ya era un “león herbívoro” convencido de viejos errores, que ahora abrazaba a adversarios como Ricardo Balbín. Lo cierto es que detrás de esa imagen se ocultaba el accionar criminal de la Triple A, suficientemente conocido, a diferencia del más olvidado aparato represivo montado por Perón entre 1946 y 1955. Aquella organización tuvo grupos que cumplían funciones parecidas a las de los escuadrones de López Rega en 1973, como en 1946 los verdugos al mando del comandante Guillermo Solveyra Casares, primer jefe de represión ilegal del peronismo, que llegó a conocer al jefe de la CIA, mayor Campbell, mientras cumplía su rol de gendarme contra el comunismo.

  La economía y los planes militares quedaban sujetos a los intereses del partido gobernante: un objetivo ambicioso y totalizante. Según Perón, lo lograba persuadiendo, pero para persuadir siempre necesitó de la policía, su aliada más confiable. Recordemos que la Policía Federal fue creada bajo el régimen militar de 1943, cuando él ya tenía el poder.

  Las justificaciones de los excesos suelen ser vagas: “Antes nadie había hecho algo por el pueblo”; “El pueblo está con Perón”. La invocación a la popularidad, a ser la mitad más uno como un bien en sí mismo, es carismática, pero omite que las peores dictaduras del siglo XX contaron con mayorías fervorosas. El fascismo y el nazismo llegaron al poder por los votos.

  En cuanto a la verdad, Perón nunca consideró que tuviera que rendir cuentas estrictas sobre ella, ya que la propaganda era más importante.
  
Hasta la actualidad, en documentales de televisión, museos y universidades, se citan erróneamente el lugar de su nacimiento, el número de obras de su gobierno, la diferencia real entre precios y salarios, la “creación” de organismos que ya existían, el carácter de la política inmigratoria (sin mencionar la ley de residencia y las deportaciones), el nombre de los que “hicieron” el 17 de octubre, el número de víctimas fatales de la policía peronista en el ciclo 1943-1955 o la supuesta política siderúrgica vital para la industria. Se trata solo de algunos ejemplos, pero son muchas las inexactitudes que se basan en la palabra cambiante de Perón o en su propaganda, que incluye la prensa y las fuentes estatales controladas (se mentía, por ejemplo, en el índice de casos de poliomielitis, y el choque con la realidad impresionó a la opinión pública en 1956, durante una epidemia).


En el orden del ocultamiento, hasta hoy se ejercita el olvido de los miles de torturados que hubo bajo los dos primeros gobiernos peronistas, en un tiempo en que muy pocos levantaban la bandera de la lucha contra la tortura, como la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, cuya sede fue asaltada y sufrió un incendio en 1949 —cuyas llamas consumieron denuncias de atropellos policiales—, mientras se aprobaba la constitución peronista. En una larga cadena de distorsiones, hoy en la educación superior, y en nombre de los derechos humanos, hay quienes afirman que personajes como Roberto Pettinato, ex jefe penal peronista, o Adolfo Marsillac, ex jefe de la policía bonaerense, fueron ejemplos, cuando ambos eran promotores de la tortura.

  En todo caso, el peronismo instaló su verdad con un lenguaje propio, independiente de los hechos que la contradecían, para los cuales había muy pocos canales de difusión. Si un diputado valiente decía que había visto a un sindicalista torturado, Perón le respondía que veía mal. Si los gobiernos de otros países no comprendían sus intentos por exportar la doctrina peronista, la culpa era del colonialismo, que no se podía desmontar de un día para el otro. Si pese a la propaganda obrerista y social del régimen, con la imagen salvadora de Evita, había regueros de miseria entre el puente La Noria y el puente Alsina o en la Villa Maldonado, la prensa no tenía por qué registrarlos en fotos o agregarlos en artículos donde los barrios modelo tenían difusión.

  Lo cierto es, como sintetizan Gambini y Kocik la pasión encendida,la pasión descamisada y el encanto plebeyo despertados por el peronismo instaló su verdad con un lenguaje propio, independiente de los hechos que la contradecían y que ha rodeado al movimiento popular y bastó para derrotar los mejores argumentos de los adversarios, como aquel que convocaba a la defensa de los derechos humanos de los presos políticos, algo que los diputados peronistas rehuyeron aunque las víctimas fueran trabajadores de sus propios gremios.


Fuente: Gambini, H. y Kocik, A." Crímenes y mentiras, las prácticas oscuras de Perón", Sudamericana, Buenos Aires, 2017.


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