sábado, 10 de marzo de 2018

La educación tiene una importancia decisiva para enseñar a pensar, enseñar a aprenderenseñar a desarrollar al máximo el espíritu crítico y liberar la creatividad, condición indispensable para sustraerse a cualquier tipo de dependencia ( Raúl Alfonsín, programa educativo)

En 2004, el ex presidente Raúl Alfonsín plasmó en Memoria Política su visión sobre su su gestión como jefe de gobierno, sirviendo tanto como análisis de los seis primeros años de democracia así como el testimonio directo del principal actor político de la Argentina entre 1983 y 1989. Advierte que se venía a restaurar la República, a sentar las bases para el progreso y el desarrollo de una sociedad para proyectarse hacia el futuro, para construir la democracia como sistema de vida y de convivencia.

En ese marco, la construcción democrática era una deuda en casi todos los estratos de la sociedad, hecho que se reflejaba en la Universidad y la ciencia que acarreaban un extenso período de destrucción iniciado con la "noche de los bastones largos" de 1966 con Onganía donde fue permanente la violación de la autonomía universitaria, de persecución política e ideológica de docentes y estudiantes, conllevando a la decadencia de la calidad educativa.

Como etapa de transición era necesario atravesar un proceso de normalización que, destacaba Alfonsín, acorde a lo ocurrido en la sociedad, puso fin a las discriminaciones políticas que caracterizaron un largo medio siglo de antagonismos. Se crearon así las condiciones requeridas para lograr una mayor eficiencia en la gestión y producción en todas las funciones de la institución. En oposición al autoritarismo y la censura impuestas por la dictadura, el expresidente subrayó que con la recuperación democrática en la universidad floreció una mirada amplia:” Se concibió la universidad como centro de gravedad de la cultura, entendida ésta como el modo de vida de nuestra sociedad, debiendo para ello convertirse en el motor del desarrollo de la ciudadanía y de la democracia, del progreso y el desenvolvimiento social y económico”.

En 2004, Alfonsín, recordaba la que la producción de ciencia fue objeto de consideraciones especiales. Fue necesario reestructurar y crear mecanismos y organismos necesarios para el cumplimiento de esas finalidades, tal como lo requería un mundo cada vez más dependiente de la ciencia, se tomó la frase "la única revolución industrial posible es la inteligencia" a través de la "innovación tecnológica como producto de la educación" y la universidad asumió este desafío.

A diez años de la esperanza, reflexionaba Alfonsín :” El sendero fue trazado y hoy, pese a los magros presupuestos que obligan a sus miembros a trabajar con un verdadero espíritu de sacrificio y amor por su tarea, la universidad "hace camino al andar".

La política científica y tecnológica, fue uno de los pilares del gobierno alfonsinista, tal como lo expresara en su mensaje inaugural:” Nuestro tiempo exige que los gobiernos atiendan como asunto de primordial relevancia el desarrollo del saber científico puro y de sus aplicaciones tecnológicas". Para encauzar esta acción, considerada impostergable, se creó la Secretaría de Ciencia y Técnica dependiente de la presidencia, cuya finalidad fue la de coordinar estas actividades entre el Estado y otros sectores, con el fin de utilizar e incrementar en grado óptimo el patrimonio nacional constituido por las inteligencias y los conocimientos de millares de especialistas, muchos de los cuales se [encontraban] radicados en el exterior por falta de oportunidades intelectuales en el país o para eludir absurdas discriminaciones.” No sólo estimularemos [...] las tareas de nuestros sabios e investigado - res, sino que corregiremos las prácticas discriminatorias del pasado; [...] en la selección y formación de recursos humanos dedicados a la labor científico-técnica sólo se atenderá a la idoneidad y la capacidad profesional”, reiteró .


A la cabeza de la Secretaría, estuvo el prestigioso científico Manuel Sadovsky, con quien coincidimos, explicó Alfonsín que la ciencia y la tecnología debían ser consideradas elementos básicos para un desarrollo independiente de la sociedad, debiendo nuestra inteligencia ponerse al servicio de las grandes prioridades nacionales y servir para romper la dependencia mental, que es la más grave”. “Esta dependencia ha determinado comportamientos sociales negativos o ineficientes que constituyen algunas de las causas principales del enorme retroceso comparativo de nuestro crecimiento económico y de muchos aspectos de nuestro desarrollo general”.

Por eso tiene una importancia decisiva la educación para enseñar a pensar, enseñar a aprender y, en todos los casos, enseñar a desarrollar al máximo el espíritu crítico y liberar la creatividad, condición indispensable para sustraerse a cualquier tipo de dependencia. Estos elementos están en la base de la naturaleza del pensamiento científico y formaron parte de los fundamentos de la política desarrollada.

Una tarea de primera importancia fue la reestructuración y el saneamiento del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).” Era imperioso corregir graves desviaciones producidas en el período de gobierno anterior, tanto en la concepción como en el funcionamiento del él. Por ello, esta institución y también las universidades debieron comenzar por normalizarse para reconstituir sus organismos participativos de gestión. Se procedió a la incorporación de alrededor de doscientos investigadores que habían sido segregados, de los cuales gran parte fueron repatriados desde el extranjero, adonde habían emigrado o estaban exiliados. Se reconstruyeron sus vínculos con la universidad, "institución de la cual depende como el ave depende del aire para volar", renovándose una relación simbiótica traducida en el sistema de subsidios, de equipamiento, de formación de posgrado, de colaboración de los investigadores en las tareas universitarias, de planeamiento y de iniciativa de los recursos humanos.


De este modo se logró poner término a una política corporativa que había encerrado al CONICET sobre sí mismo, y a su vez se puso el conocimiento en relación con la sociedad. Hacia afuera, la institución estableció una vasta red de intercambios. Los proyectos de cooperación con los países latinoamericanos tuvieron una alta prioridad, y hubo igualmente una vinculación importante y creciente con instituciones europeas y de Estados Unidos, y con organismos internacionales. El crecimiento gradual permitió un aumento considerable del número de investigadores, que pasaron de 1.583 en el año 1983 a 2.289 en 1988, y también un incremento de becarios, que siendo 1.763 en la primera fecha, llegaban a 2.159 en el último año considerado.


En 1985, al inaugurar el Observatorio Astronómico de El Leoncito, en la provincia de San Juan, Alfonsín había reiteró: "La tecnología, que es técnica más ciencia, no florece ni funciona en el vado. Tenemos que lograr una industria vigorosa como locomotora del desarrollo cultural el sentido moderno. No es obra de un día ni está al alcance de decisiones voluntaristas desde el poder". En 2004, agregaría :”No puedo dejar de hacer aquí una digresión destacar la importancia y la validez general de esta última afirmación, que involucra a todos los sectores del quehacer nacional, en los que cada uno de los actores es responsable de los caminos que recorremos, y que puede constituirse en un elemento dinamizador o en un escollo o impedimento para marchar en la buena dirección.

Terminado el mandato, Sadosky confesó: "De lo que queríamos a lo que conseguimos hay un trecho, por así decirlo, melancólico".
Alfonsín , si bien apoyó los dichos de Sadosky, prefirió ver el lado positivo :” En mi opinión, se había iniciado "la acumulación que, como él mismo dice, es en realidad un buen sinónimo de lo que comúnmente se llama desarrollo "-

Fuente:
Alfonsín, Raúl :" Memoria política ,transición a la democracia y derechos humanos "Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2004 .


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