domingo, 29 de abril de 2018

Los Kirchner en Santa Gruz fueron generadores y gestores de violencia porque estaban convencidos de que podían decidir todo y hacer lo que querían, no tuvieron límites, fueron derribando todas las vallas institucionales y sociales hasta anestesiar a la sociedad ( Marina Zuvic, autora de El Origen)

En Santa Cruz los Kirchner construyeron su poder de manera similar a través de "prácticas de destrucción institucional, descomposición social y corrupción que llevaron a los ciudadanos a transformarse en rehenes de la lógica amigo-enemigo", según cuenta Mariana Zuvic nacida y criada en Río Gallegos, Santa Cruz y cercana a los Kirchner desde muy pequeña porque eran amigos de sus padres.

Zuvic, narra en El origen ( Sudamericana),la metodología ejercida por los dos mandatarios primero como ejercieron como abogados, luego en la intendencia, continuaron en la gobernación de la provincia para finalmente replicarla en los doce años que gobernaron la Argentina.

El origen , cuenta esa parte oculta de la historia reciente, lo que sucedió cuando Néstor y Cristina eran dos desconocidos para la mayoría de los argentinos. La investigación incansable de Mariana Zuvic junto a Elisa Carrió -que prologa este libro- fue determinante para llevar a la justicia las denuncias por malversación de fondos públicos del gobierno kirchnerista. Su historia es clave para entender qué pasó -y pasa- en Santa Cruz y en la Argentina desde hace treinta años.

"Cuando Néstor y Cristina Kirchner dejaron Río Gallegos y se mudaron a Buenos Aires para que él asumiera la Presidencia de la Nación después de haber gobernado Santa Cruz durante más de diez años, mi provincia era, por mérito de ellos, un lugar opresivo, donde el miedo y el silencio reinaban a sus anchas y donde opinar distinto implicaba un riesgo que muy pocos se animaban a tomar. El matrimonio Kirchner dejaba a sus espaldas una provincia tomada por el tráfico de drogas, la mafia, el juego, la trata de personas y la miseria", describe Zuvic.


Zuvic,fue testigo presencial de las prácticas K en la provincia patagónica y cómo las llevaron a cabo. "Yo vi en vivo y en directo cómo se gestó y se profundizó este proceso de descomposición social. Presencié la distorsión demencial de la realidad que operó el kirchnerismo en Santa Cruz al correr los parámetros morales de lo que está bien y lo que está mal".

Los parámetros morales a los que alude Zuvic , reglas básicas para la convivencia, son essencial es para que una sociedad funcione: significa, en el fondo, que todos somos iguales ante la ley y que quien las hace, las paga. "Eso, con los Kirchner, dejó de existir en Santa Cruz", sentencia.

¿Qué hicieron los K en Santa Cruz?. En la provincia ejercieron una violencia estructural y sistemática. Violentaron las instituciones, y por ende violentaron a las personas. Y eso ocurrió porque para el kirchnerismo siempre fue más barato el conflicto que la paz. Los Kirchner fueron los generadores y gestores de la violencia porque estaban convencidos de que podían decidir todo y hacer lo que querían en Santa Cruz. No tuvieron límites. Fueron derribando todas las vallas institucionales y sociales hasta anestesiar a la sociedad, al punto de que la gran mayoría de los santacruceños no pudiese reaccionar y se mantuviese al margen de lo que pasaba, como si no la afectase", describe con crudeza la lógica que aplicaron entre 2003 y 2005 desde el gobierno nacional.

Fundadora de la Coalición Cívica- Ari en Santa Cruz en 2007 brindarle a la sociedad una alternativa a la corrupción kirchnerista, sostiene que :"Los K no dudaron en ejercer la violencia como política de Estado para generar sumisión, sometimiento, cooptación y temor. Para todos los díscolos que no aceptaban por la razón, siempre existió la fuerza

Sin embargo, afirma, hubo prácticas más graves :" Lo más duro fue el pesimismo colectivo, el escepticismo, la apatía, la abulia, la indiferencia moral que se había propagado como un virus en toda la provincia. “No se puede”, “Nadie va a ir preso” y “Roban pero hacen” eran mantras que se repetían al unísono. Nuestro planteo, para quienes nos miraban con misericordia, era utópico, romántico, naíf. Para los demás, lisa y llanamente estábamos locos.

Un día, un conocido me dijo algo como si fuese una sentencia: “Ellos pueden, nosotros no”. Me alarmó su resignación, saber que los descendientes de quienes habían llegado un siglo atrás a este territorio alejado que luego se convirtió en la provincia de Santa Cruz, los hijos y nietos de aquellos pioneros llenos de sueños, proyectos y esperanzas, habían renunciado a todo. Recordé el relato de tantos pioneros —croatas, ingleses, chilenos, españoles y alemanes, todos aventureros y aguerridos— sobre los obstáculos que tuvieron que vencer, sus esfuerzos titánicos en tierras despobladas, en un territorio hostil, con temperaturas de veinte grados bajo cero. Audaces y condenadamente optimistas, enfrentaron la adversidad en el fin del mundo. Era una lucha que no daba tregua contra el clima, el suelo rocoso y árido, viviendo a la intemperie, en tiendas que armaban con total precariedad y sin víveres. Y recordé que mi abuelo Nicolás Zuvic contaba que el barco en el que navegaban sus padres los “había tirado” en Puerto San Julián, y esto no es una metáfora: como debían enfrentar con menos carga el canal de Beagle hacia Punta Arenas, en Chile, donde iba a ser el destino final, fueron arrojados al agua en la costa de San Julián. Una vez en tierra tuvieron que alimentarse de ratas. Solo había guanacos, pumas y charitos. Les llevó treinta años transformar ese desierto desolado en su patria. Construyeron caminos, puentes, instalaciones rurales que fueron un modelo de eficacia productiva, ferrocarriles, todo a tracción de coraje y constancia, sudor y tenacidad. También recordé a aquellos valientes peones rurales que se enfrentaron al abuso y la injusticia dejando su vida en la pelea por sus derechos. ¿Cómo era posible que en la misma tierra de la “Patagonia rebelde” alguien creyese que “ellos pueden, nosotros no”?

Siempre pensé que el viento nos define a los santacruceños. Nuestra cotidianidad se rige en función de ese factor climático constante que nos acompaña durante todo el año. La temperatura y la humedad son actores secundarios; el viento es el que definió la arquitectura, la planificación urbana, la vegetación, hasta la habilidad para manejar en las extensas rutas, donde el viento castiga sin clemencia. “Hoy no hay viento” es celebrado en Santa Cruz como un día especial. Mi madre, mendocina, jamás se acostumbró y yo la escuchaba despotricar diariamente contra el viento, como la gran mayoría en Santa Cruz. Yo sabía que el viento era algo contra lo que no podía luchar, que me iba a acompañar siempre, y quizá por eso lo acepté, me adapté y hasta desarrollé por él cierta fascinación. El poder del viento es feroz, incontenible e imparable. El sonido es permanente y por momentos ensordecedor, los árboles crecen torcidos sin guías y si no hay buenos cimientos y techos amurados y reforzados, las ráfagas logran hacerlos volar.

Pero así como me acostumbré al viento jamás me adapté al kirchnerismo. “Putean contra el viento, pero se callan contra el kirchnerismo. El viento a ustedes les cagó la cabeza”, llegué a pensar más de una vez, sobre todo cuando la violencia, la mentira, la represión y el robo llegaron a niveles intolerables hacia 2007, el año en que comenzó la huelga docente y que marcó un antes y un después en la historia reciente de la provincia.

Ese año salí por primera vez a las calles de Río Gallegos a protestar junto con los maestros y con miles de galleguenses que, como yo, nunca antes habían participado en ninguna manifestación. Algunos eran amigos de toda la vida; otros, vecinos con los que nunca había cruzado una palabra, pero a los que había visto tantas veces en las calles de la capital. Llegamos a ser veinte mil personas, una multitud para una ciudad tan chica, movilizadas contra ese sistema autoritario y corrupto que los Kirchner.


Zuvic, M. " El Origen" ( 2018), Sudamericana, Buenos Aires, Argentina.

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